domingo, 7 de abril de 2013

domingo, 16 de septiembre de 2012

HOMENAJE A NUESTROS MAYORES AGOSTO-2012


   En mayo del 98 esta familia se fue a visitar Naharros, se marcharon para el monte, creo que a la Zomaquera y les pilló un buen chaparrón, cuando llegaron al pueblo Felisa y mi madre les ayudaron a secar su ropa y como señal de agradecimiento les enviaron desde Londres esta foto.





Lucía Graves nació en 1943 en Devon, Inglaterra. Poco después su familia se trasladó a Mallorca, donde su padre, el poeta y autor Robert Graves, vivió hasta su muerte en 1985. Tras criarse en Deia y licenciarse en Filología Hispánica en Oxford se casó con el músico catalán Ramón Farrán y se estableció en Barcelona como traductora literaria: Anaïs Nin, Katherine Mansfield, Rafael Alberti y Emilia Pardo Bazán, además de su propio padre. En 1995, editó el volumen Robert Graves' Complete Short Stories y, en 1999, publicó A Woman Unknown, enfatizando en el testimonio de mujeres españolas representativas del franquismo y la transición. En la actualidad vive en Londres. La casa de la memoria es su primera novela.








   Molinillo donde se molía el café en grano.




 LAS LECHERAS DE NAHARROS
  
   Hasta finales de la década de los 60 las mujeres de Naharros todos los días llevaban la leche de sus cabras a la vecina Atienza para venderla.
   Al final del día y a primera hora de la mañana se ordeñaban las cabras, esta leche se metía en botellas, normalmente de cristal, y un par de mujeres se encargaban de trasportar esta leche hasta Atienza.
   Las botellas llenas de leche se metían en un talego, cada talego era de distinto color y de esta manera cada una sabia cual era su botella, si coincidía el color de un talego, se le ponía un hiladillo distinto para poder diferenciarlo, bueno diré que el talego era una bolsa de tela en la que se metía la botella, este servía de protección para poner varias botellas juntas y que no se rompiesen.
   Todas las mañana, cada mujer llevaba sus botellas de leche a la casa de de la que le tocaba ser lechera ese día y las metía en las alforjas. Cuando todas habían llevado sus botellas se cargaban las alforjas en una caballería, normalmente un mulo o burro que era el medio de trasporte. Esta caballería tenía que ser tranquila ya que si se asustaba por el camino se corría el riesgo de que las botellas fuesen al suelo y sobre todo no tenía que asustarse con los coches ya que la mayor parte del camino se hacía por la carretera que va de Naharros a Atienza que por aquel entonces estaba empedrada.
   Se salía de Naharros por El Calvario, La Carrera, El Regacho de la Nava, se salía a la carretera por La Nava, se paraba por El Casarejo y las curvas de Cerropozo se acortaba por debajo de la carretera, se llegaba a Santa Lucia, El Serralo, El Verdinal, el Rio de Atienza y antes de llegar a los Pradillos se salía de la carretera y entraban a Atienza por Puertacaballos.
   Cuando llegaban a Atienza, las caballerías las dejaban en la cuadra de alguien de Atienza, por lo que me cuentan creo que hubo un tiempo que las dejaban en la casa de La Tía Melona que estaba al lado de donde estaba antiguamente la plaza de toros, al final las dejaban en casa de La Tía Paula que estaba en la calle Real. Desde allí se procedía a repartir la leche, normalmente si iban dos mujeres, se repartían el trabajo, dividiendo Atienza en dos partes.
   Parte de la leche era para clientas fijas y parte había que hacer labor comercial para venderla, si en una casa había que dejar medio litro, como las botellas eran de litro, tenían que llevar algo con lo que se midiese que normalmente era un cuartillo. El hecho de tener que vender la leche de puerta en puerta había mujeres que lo llevaban muy mal, un día hable con una de ellas y me comentaba que para ella eso era como rebajarse y tan pronto como pudo emigró a Barcelona.
   Al mismo tiempo que iban a Atienza de lecheras aprovechaban para hacer sus recados, compras, farmacia y demás. También me cuentan que había algún día que las llamaban y tenían que ir a la Plaza de la Villa donde “les graduaban la leche” que era medirles si llevaba agua, en el supuesto de que tuviese agua les requisaban las botellas, lo que no se supo nunca es lo que posteriormente hacían con las botellas.
   Repartida la leche y hechos todos los recados tocaba regresar a Naharros, siempre llegaban “antes de comer”, ya en el pueblo cada mujer tenía que ir a recoger sus botellas a la casa de las lecheras, le tocaban el culo al talego para ver si estaban “las perras” y se las llevaban para lavarlas para el día siguiente.

P. D. Todos estos datos los he recopilado hablando con gente del pueblo, por lo que si hay alguien que vea algo equivocado o pueda aportar más información me la haga llegar para rectificar o añadir.


                                                                                              José María Moreno

sábado, 15 de septiembre de 2012


LA COLODRA

Bien, la colodra en concreto es un recipiente hecho de madera o de cuerno de vaca (las astas se vaciaban, se cortaban por ambos lados, por el extremo estrecho se cerraba y sellaba y por el ancho se colocaba un tapón de corcho o madera) al cual, antaño se le daban distintos usos: servía como vaso para beber, de recipiente para recoger la leche que se ordeñaba, e incluso la empleaban los ejércitos para transportar pólvora con la que cargar sus siniestros rifles, fusiles y arcabuces  varios...

... También era habitual ver en nuestros campos a los afanosos segadores con la colodra -a la cual le incorporaban una correa para facilitar el transporte- colgada del cinturón, con agua y la pizarra con la que afilaban la guadaña... hoy en día, sin embargo, este adminículo  tan sólo tiene atractivo e interés como pieza de museo...

...Curiosamente, existe la expresión “ser una colodra, que se emplea de forma coloquial para referirse a aquel que bebe mucho vino, que es un gran bebedor... y es que, de hecho, la colodra era, siglos atrás, una unidad oficial de capacidad para medir vino, bastante más interesante -e imprecisa, todo hay que decirlo- que, digamos por ejemplo, un aburrido metro cúbico...





martes, 8 de febrero de 2011

CERROPOZO

LA NECROPOLIS DE CERROPOZO, EN ATIENZA
Por Tomás Gismera Velasco
REVISTA DE ACTUALIDAD, HISTORICO-LITERARIA, DIGITAL
AÑO 2. NÚMERO 15. JUNIO 2010
atienzadelosjuglares@gmail.com
http://www.atienzadelosjuglares.blogspot.com

Corría el año 1928 cuando se comenzó a trazar la carretera que, desde Atienza, conduce a Hiendelaencina a través de Naharros.

Ya se habían llevado a cabo las obras que desde Hiendelaencina, y a través de Cogolludo, conducían a Guadalajara, obras que se rolongaron a lo largo de varios años. El último tramo, el de Hiendelaencina a Atienza, se encomendó a la contrata dirigida por Juan Bruna, de Hiendelaencina, quien comenzó sus trabajos en dicho pueblo, abriendo la caja de la actual carretera a fuerza de pico y pala, y con alguna pequeña y primitiva maquinaria. Carretera que, con los sucesivos arreglos y ampliaciones, ha llegado a nuestros días.

En los últimos meses de dicho año de 1928, con Atienza a la vista, y al llegar a la altura del altillo de Cerropozo, en las inmediaciones de la ermita de Santa Lucía, mientras la maquinaría iba abriendo camino, comenzaron a encontrarse algunas piezas de hierro antiguas, uno de aquellos extraños tesoros que los obreros atribuyeron “al tiempo de los moros”, como solía ser costumbre en la época con todos aquellos hallazgos.

Lo encontrado, espadas herrumbrosas, cuchillos, lanzas y toda una serie de herrajes, fue repartido entre los propios obreros, así como entre el encargado de la obra, Juan Bruna, quien a su vez, y por la curiosidad del hallazgo, hizo múltiples regalos entre gentes de Atienza y Hiendelaencina. Alguno de aquellos objetos fue a parar al entonces diputado provincial, don Luciano Más, e incluso el párroco de Atienza, don Julio de la Llana, fue obsequiado con una hermosa lanza.

Años antes, en la prolongación de la carretera de Berlanga, al pie del cerro del Padrastro y a la altura de la actual Fuente de la Mona, se habían encontrado algunas piezas semejantes que, más o menos, fueron repartidas de igual manera; y unos años atrás, en 1913 y en Hijes, con la misma casualidad, se había descubierto
una necrópolis ibérica que llevó al marqués de Cerralvo, a través de don Julio de la Llana, entonces párroco de Miedes y por correspondencia de Hijes, a estudiarla con detenimiento, pasando muchas de las piezas allí encontradas a la colección particular de Cerralvo, otras pasaron al Mueso Arqueológico Nacional, y otras
pocas quedaron en manos de quienes las hallaron pensando tal vez que lo que tenían en sus manos era un tesoro de incalculable valor.

Cuando en aquel mes de diciembre de 1928 comenzaron a aparecer aquellos objetos en Cerropozo, y tras llegar a don Julio de la Llana la famosa lanza, este, no conformándose con tener aquella pieza como mero recuerdo, comenzó a escribir a amigos y conocidos dando cuenta del hallazgo, e igualmente lo hizo a la prensa provincial ensalzando lo encontrado y pidiendo ayuda para que todo aquello no se perdiese sino que, por el contrario, alguien más entendido que él se hiciese cargo de una posible inspección y su correspondiente estudio:

“Los obreros de la carretera han descubierto por el altillo de Cerropozo espadas antiguas, frenos de caballo, fíbulas, broches mohosos y enseguida ellos y nosotros hemos formulado el interrogante ¿de dónde proceden?

No cabe en mi presunción resolver esa incógnita, pero me permito recordar que en 1913, en una necrópolis que por orden del Excmo. Sr. Marqués de Cerralbo se estaba descubriendo en el pueblo de Hijes, tuve ocasión de ver objetos muy parecidos a los
aquí encontrados, más cortas las espadas y más deleznables…

A las preguntas que hice al encargado del trozo en que se descubrieron los objetos arqueológicos, me contestó amablemente diciéndome que aquí las armas no se habían encontrado en hoyo, sino esparcidas; que no aparece estela funeraria de sepulturas, ni urnas, pero si pizarras de plano que parecen lápidas y que sí que le
sorprendió que la tierra de aquel sitio era distinta a la del resto del suelo. La contestación, para los arqueólogos ¿no será una necrópolis?”

Cuando don Julio de la Llana envía esas cartas y hace esos comentarios corren los primeros días de enero de 1929, y uno de los receptores de aquella misivas será el párroco de Membrillera, don Justo Juberías Pérez, arqueólogo y colaborador de don Juan Cabré en múltiples trabajos, y alumnos y herederos a su vez, de la
obra del Marqués de Cerralbo.

Don Justo Juberías no tarda en dar a conocer a don Juan Cabré las noticias que le llegan de Atienza y, tratando de buscar los medios para llevar a cabo una inspección en toda regla dando por buenas las noticias que le envía el párroco de Membrillera y este a su vez las de don Julio de la Llana, se dirige a través de varios escritos a la Junta Superior de Exacavaciones y Antigüedades, para solicitar permiso a fin de llevar a cabo los trabajos necesarios, así como la consiguiente subvención con la que costearlos. Anuncia en su escrito que, en caso de que la Junta no conceda cantidad alguna para llevar a cabo los trabajos necesarios, estos serán pagados de su propio bolsillo.

La Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, a la que llega el escrito a finales del mes de enero, y tras una reunión previa el día 29, anuncia al señor Cabré la autorización para llevar a cabo dichos estudios preliminares, concediéndole una subvención de 1.500 pesetas para llevarlos a cabo.

La noticia es recibida por don Julio de la Llana con la alegría correspondiente, puesto que es urgente llevar a cabo aquellos trabajos puesto que la carretera avanza y, en caso de encontrarse allí lo que imagina, todo podría ser destruido o caer en manos de personas extrañas, haciendo que todo desaparezca. Le llega a través de una carta de don Justo Juberías el 7 de febrero: “…te advierto que algunos, con gran ligereza de juicio creyeron que se trataba de una cosa imaginaria…”

Igualmente, y en la extensa carta, le anuncia la visita del señor Cabré junto a sus más íntimos colaboradores, para el día 11. Entre
esos colaboradores estarán, por supuesto, el propio Juberías así
como la hija de Cabré, Encarnación, quien desde que tiene uso de razón acompaña a su padre en todas sus inspecciones arqueológicas, y es la encargada unas veces de realizar las fotografías sobre el terreno, y otras de levantar planos y de realizar la recomposición de las piezas a través de sus dibujos. Igualmente les acompaña su capataz de obras, José García Cernuda.

Los visitantes son recibidos por don Julio en la plaza de San Juan, y este, previamente a llevarlos al lugar en el que se realizan los
trabajos, los acompaña a visitar la villa en unión del alcalde, don Trinidad Galán. Es la primera vez que Juan Cabré y su hija se
encuentran en Atienza. La visita es seguida con cierta expectación por los vecinos, e incluso por los chiquillos del pueblo, que
los siguen hasta el castillo. Entres los invitados a conocer a don Juan Cabré, y si lo desean acompañarles al lugar del descubrimiento, se encuentran los propietarios
de las tierras en las que aparecieron aquellos objetos, don Eloy Asenjo, de Atienza, y don José Gamboa, de Sigüenza. Ambos, a través de documento escrito, autorizan los trabajos que han de llevarse a cabo, y aunque don José Gamboa lo hace por carta y no
se desplaza hasta Atienza, don Eloy Asenjo si que acompaña en la inspección preliminar al equipo de don Juan Cabré.

Tras la obligada visita al pueblo, al mediodía de aquel 11 de febrero, en los vehículos de Cabré y de don Justo Juberías, se trasladan hasta el altillo de Cerropozo, donde los aguarda el señor Bruna con su cuadrilla y este da cuenta de todos los pormenores del hallazgo, así como de las personas a las que se les entregó alguna de las piezas, en su mayoría personas de Hiendelaencina, así como los anteriormente citados señor Más y Julio de la Llana, así como al maestro de Naharrros, don Pedro del Olmo, quienes confirman a Cabré que harán entrega de lo que recibieron del señor Bruna. Don Julio de la Llana entrega su famosa lanza; Luciano Más una espada
de antena, don Pedro del Olmo una hoja de espada y una lanza, y el propio Bruna el grueso de lo recogido: una espada de antena, una hoja de espada, catorce lanzas, dos bocados de caballo, un filete de doma de caballo, unas trébedes, clavos, fíbulas, y toda una serie de objetos que serán donados al Museo Arqueológico Nacional.

Don Juan Cabré, previamente a comenzar las excavaciones, realiza un extenso trabajo de campo en la zona, que abarca desde las inmediaciones de la ermita de Santa Lucía, hasta el los altos del Hontanar, e incluso parte de la Bragadera, donde encuentra
toda una serie de piedras talladas que le confirman la impresión primera de que por aquella zona hubo, efectivamente, un poblado íbero.

Llama su atención, en aquella primera visita al lugar en el que se hicieron los hallazgos, la ausencia de cerámicas, probablemente diseminadas con las explanaciones del terreno. Piezas que posteriormente hallará y, una vez iniciados los trabajos, irán apareciendo toda una serie de tumbas con sus correspondientes ajuares.

El informe que eleva a la Junta Superior de Excavaciones es extenso y minuciosamente documentado:

“En el lugar preciso del hallazgo de la aludida raedera discoidal, o sea, a 100 metros de la ermita de Santa Lucía, los desmontes de tierra para la explanación de la carretera dejaron al descubierto una gran extensión de restos de construcciones de apaarejo muy tosco, régulas de aspecto romano, cerámica, huesos humanos, mucha tierra negra y cenizas y algunas piedras, al parecer todavía hincadas. Este lugar, ¿será una de las ramificaciones de la necrópolis o simplemente indicios de viviendas de época indeterminada, predecesora a la actual construcción de la ermita?
A unos cuatrocientos metros del Alto de Cerropozo, y a la derecha del collado, por el que pasa la nueva carretera, se acusan perfectamente cimientos de construcciones antiguas y se llama a dicho lugar Casarejos. Tal despoblado, ¿pertenecerá acaso a las mismas gentes de la necrópolis?

Los obreros que intervinieron en el vaciado de la caja de la carretera en el Altillo de Cerropozo creían cándidamente que las armas y otros objetos que se encontraron serían abandonados en la refriega de una gran batalla campal que se libró allí entre moros y cristianos”.

Tras aquella inspección visual, comenzaron los trabajos de excavación, sacando a la luz toda una serie de objetos: “Lo primero que se halló fueron dos lajas de pizarras, que juntas la una a la otra descansaban en sentido plano sobre el nivel de la gravilla. Eran de contorno rectangular, de unos cuarenta centímetros de lado y ni encima, ni debajo, ni alrededor de ellas, había objetos arqueológicos”.

Era una decepción, por supuesto, no obstante, las piezas que le habían sido entregadas evidenciaban lo que allí hubo, por lo que los trabajos debían de continuar: “A los 2,60 metros de ellas, y a unos sesenta centímetros de profundidad encontramos la primera epultura…”

A aquella primera le seguirían otras veinte, en las que fueron apareciendo piezas que el propio Cabré comparó con las halladas en el castro de las Cogotas, en Cardeñosa, provincia de Avila, emparentando así a los primitivos pobladores de aquel castro atencino, con los vettones avulenses de la cultura de los berracos.

Las excavaciones se prolongaron desde la primavera hasta el verano de aquel año de 1929, elevando don Juan Cabré su Memoria a la Junta de Excavaciones Arqueológicas a finales de aquel mismo año, pidiendo que se habilitasen fondos para demarcar la zona y proceder a nuevas excavaciones, que no volvieron a realizarse:

“Por último, referente al emplazamiento de cuantas sepulturas
hemos podido determinar, no se observa un plan metódico. Halláronse las tumbas dispersas, sin orden, a diferente distancia entre si y profundidades, con estelas y urnas, o sin ellas, estas calzadas y sin calzar, y recubierta a veces la superficie del terreno en que yacían los ajuares funerarios y los ustrino con una capa o piedras de pequeño tamaño. Esta necrópolis ofrece singularidades propias, muy dignas de consideración para el estudio de la Segunda Edad del Hierro de la Meseta Castellana, y su mayor parte pertenece, probablemente, al pueblo celtibérico, pero al primer periodo de su desarrollo”.

Don Julio de la Llana trató por todos los medios de que aquellos trabajos se reanudasen, e incluso de que se acotase el terreno, para que se llevase a cabo en él una especie de parque para el estudio de aquella cultura, el propio Justo Juberías le había confirmado la importancia de los hallazgos:

“La necrópolis es notable bajo todos los puntos de vista, histórico, religioso y científico. De Atienza se ha escrito mucho, como de todas las ciudades antiguas; los descubrimientos del señor marqués de Cerralbo demuestran hasta la evidencia que Atienza fue muy poblada en la época neolítica, y en sus términos inmediatos existen monumentos de arte rupestre, como cavernas artificiales, cerámica, hachas, flechas y curiosísimos grabados… Atienza está en el corazón de estos descubrimientos, y esta nueva necrópolis aclara muchas cosas.

Te felicito, como atienzano y como sacerdote, esta clase de estudios han puesto en muy alto el nombre de nuestra Diócesis, porque no hay otra que presente tantos descubrimientos en España, algunos, únicos en el mundo”.

El trabajo de don Julio de la Llana concluía, no obstante, había dejado para el futuro una interesante aportación para la historia de Atienza:

“Me felicito pues de mi humilde actuación de que no haya pasado desapercibido mi sencillo trabajo para que Atienza, que ya ocupa relevante lugar en la historia, sea conocida también bajo otros aspectos y figure en los libros de texto de los centros docentes con motivo de estos estudios”.

Don Julio de la Llana aspiraba a que, una vez iniciados aquellos trabajos, se continuase por otros lugares, ya señalados por el marqués de Cerralbo en sus visitas a Atienza:

“Existen algunos abrigos que yo he visitado, uno de ellos llamado “Las Cuevas”… Hay otra caverna curiosa en el sitio denominado “Los Arenales”, picada en la roca, de entrada angosta, que tuerce a la derecha y luego se ensancha, midiendo unos cinco metros de ancho por unos cincuenta de largo y otro tanto de alto. Cerca de la entrada se halló cerámica que nuestro amigo señor Juberías calificó de ógnica. Sobre una peña notamos algo así como una figura estilizada…”

Pero llegó la república, después la Guerra Civil y, más tarde, el olvido definitivo de la Necrópolis Ibérica del Alto de Cerropozo en Atienza, del que únicamente, y como curiosidad para los visitantes, quedan las piezas halladas por Cabré y por el señor Bruna, como testigos mudos de lo que Atienza fue hace miles de años, en el Museo Arqueológico Nacional.

La memoria e informe de dichas excavaciones, junto a las láminas que acompañan este trabajo, fueron redactadas por el equipo de don Juan Cabré y presentadas a la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, que las publicó en 1930, bajo el título de Excavaciones en la necrópolis celtibérica del Altillo de Cerropozo, Atienza (Guadalajara), practicadas bajo la dirección de don Juan Cabré, con la colaboración de don Justo Juberías”. Se editaron en Madrid, en la imprenta de la tipografía de archivos. Las reseñas y testimonios de don Julio de la Llana pertenecen a sus propios
escritos

jueves, 6 de enero de 2011

HISTORIA DE NAHARROS

NUESTROS PUEBLOS: NAHARROS
Los tres diccionarios de consulta para los pueblos de Guadalajara, publicados
en el siglo XIX, el de Tomás Miñano de 1826, Pascual Madoz de 1848, así como
el Nomenclátor de la Diócesis de Sigüenza de 1886, hablan de Naharros con
parquedad, si bien los tres coinciden en algo, en que “se halla situado en
terreno áspero, con clima frío y excelente ventilación”.

No son muchos los datos históricos que se ofrecen, salvo el número de sus habitantes, o vecinos: 40 según el Nomenclátor, que equivaldrían a unos 120 habitantes; 137 cuenta Miñano que tenía en 1826 y en torno a los 100 son los
que pone Madoz. Los tres señalan que depende del municipio de La Miñosa; y
en cuanto al nombre igualmente le dan distintas acepciones: Narros para el
Noménclator; Naharros para Miñano y Madoz.

En cualquier caso aclaremos un extremo: Naharros, como tantas otras
poblaciones, ha cambiado mucho desde aquellos remotos tiempos a la
actualidad. Un simple vistazo a su caserío nos lo muestra, si bien ha
perdido algo de su identidad; hasta la década de 1960 era conocido en
la comarca como “el te los tejados de pizarra”, cuando todavía no estaba
descubierta la ruta de los pueblos negros y Naharros era uno de tantos,
si bien algo alejado de aquellos, al pie de la carretera que desde Atienza
conduce a Hiendelaencina, en un paraje de excepcional belleza, a pesar
de la pobreza y aridez del terreno.

Su origen hay que buscarlo en las repoblaciones que se llevaron a cabo
en Castilla tras la conquista de Toledo, avanzado el año 1100, y el
topónimo del nombre ya nos da a entender quienes fueron sus pobladores,
originarios del entonces reino de Navarra, probablemente llegados a
estas tierras, como tantos otros repobladores de la Vieja Castilla,
atraídos por las exenciones de Alfonso VI y Raimundo de Borgoña.

Son muchos los estudios sobre la toponimia vasca en Castilla llevados a
cabo a lo largo del siglo XX, y algunos señalados, como los Salvador de
Madariaga o Antonio Llorente Maldonado de Guevara, en los que se profundiz
a en la materia, dando cuenta de cómo, el origen del nombre, así como sus
primitivos pobladores, llegan de aquella zona, anteriormente reino de
Pamplona, así como de la multitud de poblaciones que, en Castilla, llevan
un nombre semejante: Narros, Naharros, Narrillos, Naharrillos, etc., la
mayor parte de ellos pertenecientes, al día de hoy, a las provincias de Avila, Segovia, Salamanca, Cuenca y, por supuesto, nuestro Naharros de Guadalajara.

Algunos autores aseguran que esta repoblación de navarros al otro lado del
Duero se produjo a partir de la batalla de Las Navas de Tolosa. A pesar
de esa repoblación, la localidad contó en tiempos de la prehistoria con
población arévaca, como se demostró a través de las excavaciones llevadas
a cabo en el Altillo de Cerropozo, por Juan Cabré con la colaboración de Justo Juberías,
en 1928, cuando se abrió la carretera entre Atienza y Hiendelaencina, en
las que se descubrió la necrópolis perteneciente a la Segunda Edad del
Hierro, y en cuyos trabajos colaboraron personas de este municipio
encabezadas por su maestro, don Pedro del Olmo (Atienza de los Juglares,
junio 2010).

Por medio del Real Decreto de 24 de abril de 1834 referente a la Nueva
División Territorial, fue incorporado al entonces partido judicial de
Miedes de Pela, pasando con posterioridad al de Atienza.

Dice de él Pascual Madoz en su Diccionario:
“Naharros: aldea del distrito de Cañamares, en la provincia de Guadalajara,
de la que dista 9 leguas, partido judicial de Atienza, 4 leguas, audiencia territorial de
Madrid (49), diócesis de Sigüenza. Situado en terreno áspero,
con buena ventilación y clima frío; tiene 20 casas; escuela de instrucción
primaria. Produce trigo, centeno, cebada, avena, algunas legumbres ordinarias y
pastos, con los que mantiene ganado lanar y cabrío y las yuntas necesarias para la
agricultura, principal ocupación de los habitantes, 20 vecinos, 100 almas”.

Antonio Herrera Casado, en su “Crónica y Guía de la provincia de Guadalajara”
(1983), dice: “En una leve ondulación del terreno, a orillas del río Cañamares,
y al pie, en su vertiente norte, del alto pico de la Bodera, se encuentra este lugar, que ha ido despoblándose durante los últimos años. Perteneció primitivamente al común de Villa y Tierra de Atienza, quedando durante varios siglos, y dada su proximidad a esa villa, bajo su jurisdicción, y, como ella, en el señorío directo del Rey. Constituye su conjunto urbano un ejemplo muy característico del urbanismo y la arquitectura popular serrana de la comarca atencina. Se han realizado muy pocas reformas en el poblado, y así se encuentran casi todas sus edificaciones en estado de buena conservación. Se componen los edificios de grandes sillarejos, con electos de madera, aunque escasos, y cubiertas de pizarra. Compone su conjunto un auténtico
museo en esta materia de la construcción popular rural serrana. La
iglesia parroquial es un edificio de tradición románica, aunque
reconstruida en época posterior. Destaca su gran espadaña a poniente,
de remate horizontal con bolas y campanil. Tiene nave única, con acusado c
rucero, y todos los muros son de sencillo sillarejo.”.

A pesar de ello, e históricamente, fue un pueblo dedicado a la ganadería,
como así se prueba en el Catastro del marqués de la Ensenada, donde se da
cuenta del número de cabezas existente en la población hacía 1752:

“…setecientas ochenta y cinco cabezas de ganado de lana de todo diente
y edades; mil y diezinueve cabezas de ganado cabrío en que van machos,
cabras y cabritos; ciento sesenta y seis de ganado vacuno; sesenta y
dos de labor; ciento y cuatro de cría y cerriles; una yegua, cuarenta y
nueve jumentos y jumentas y ciento cuarenta y nueve cabezas de ganado
de cerda…”

La población estaba compuesta por “treinta y dos almas”, y contaba el
pueblo con cuarenta y tres casas “todas habitables”. Había casa para
las reuniones de Ayuntamiento, horno de poya, propio de todos los
vecinos, corral de concejo o ejido, en el que guardar los ganados
requisados pastando en tierras vedadas y un monte
llamado el Vallejo.

Ciento ochenta y siete reales de vellón era lo que cobraba el sacristán.
A cuarenta ducados ascendía el salario de los dos pastores comunales para
el ganado cabrío. Y cinco eran los pastores de ganado lanar, sin que
existiesen otros oficios, salvo los de la agricultura y ganadería a la
que se dedicaba la inmensa mayoría de la población, que se mantenía de
aquellos productos que ofrecían tanto el campo como la ganadería, ante
todo la caprina, de la que utilizaban su leche para hacer, ya en
aquellos tiempos, un famoso queso de cabra reconocido en toda la comarca,
y que permitía que en el pueblo no hubiese pobres de solemnidad: “treinta
y cuatro labradores, sin que existiesen jornaleros. Tampoco había entonces
clérigo, por lo que acudía a la población el del vecino pueblo de La Miñosa.

Como en toda la comarca, la medida más común empleada era la fanega.
Se cultivaba centeno, trigo, algo de cebada, berzas y algunas hortalizas.

Pagaban algunos diezmos a don Félix Carrión, prebendado de la catedral
de Sigüenza, y otros más al arcipreste de Atienza.

No había salinas, y tampoco molino harinero (el existente se levantó
muchos años después), y en cambio si que había un elevado número de
colmenas, de las que los vecinos se servían de miel y cera.

Los apellidos de los vecinos en poco difieren de los que, andado el
tiempo, llegarían a nuestros días: Francisco Bermejo Gutiérrez,
María Criado, Micaela Sanz, Juan Ranz, Juan Marina, Miguel Manzanero…
Juan Muñoz y Agustín Casas eran los entonces
regidores del lugar, y Martín Perucha el escribano.

Cada pueblo, cada lugar, aunque breve, siempre tendrá una identidad.
Tomás GISMERA VELASCO

atienzadelosjuglares@gmail.com
http://www.atienzadelosjuglares.blogspot.com

REVISTA DE ACTUALIDAD, HISTORICO-LITERARIA, DIGITAL
AÑO 2. NÚMERO 21. DICIEMBRE 2010

domingo, 27 de junio de 2010

A NAHARROS MI PUEBLO

Es un pueblo pequeño
sólo tiene dos barrios,
el de arriba y el de abajo.

Con una vieja iglesia
con sólo dos campana
en su regio campanario.

Cerca una escuela cerrada
por ausencia de niños
hace ya muchos años.

Son medio centenar de casas
sólo la mitad han sido reformadas
y sólo en verano son habitadas.

Unas pocas aguantan la tradición
con sus paredes de piedra pegadas con barro
y sus tejados de pizarra negra.

Muchas montañas te rodean
y en ellas hay muchas praderas
donde pastan las cabras y las ovejas.

Pasa el río Cañamares entre veredas de juncos
el arroyo Sotillo viene de los campos atenzinos
donde pescamos los chicos en verano

El barranco Valdelagua con sus aguas cristalinas
donde las mujeres lavan la ropa de la familia
con el frío, el calor, los tábanos y la escarcha.

La carretera estrecha y mal empedrada
pasa por la fuente y sube a la Nava
por el otro lado a bajar por la Quebrada.

Por un lado o por otro sus hijos se fueron marchando
no miraron para atrás porque iban apenados
ya vendieron las ovejas, la vaca y el macho.

Atrás muchos recuerdos dejamos
Un viejo cementerio
Donde reposan nuestros antepasados
Que nunca, nunca serán olvidados

Gabriel Andrés Manzanero

RECUERDOS DEL VERANO

LA TRILLA

Echar la parva por la mañana,
la costumbre de cada día
con el deseo permanente
que la tormenta no aparezca
mientras la trilla dure.

Al tiempo que trabaja
se escucha a la tía Fermina
canturrear una melodía,
el Pedro canta una jota
con otra le contesta la Lucia.

El zagalillo sobre el trillo
guarda el equilibrio
con su voz de niño
guía y anima la yunta
siempre en circulo.

Ahuyenta los tábanos
con el viejo sombrero
que heredó de su abuelo,
en la cinta lleva prendida
la pluma de una paloma.

¡Qué calor al mediodía!
al pilón de la fuente
abrevaremos los animales
y echaremos la siesta
si el tiempo lo permite.

¡Con qué destreza lo hacen
el Ángel y la Benancia!
están dando vuelta a la parva
pronto podrán amontonar
ya se desprende el grano de la paja.

Está albeldando el tío Víctor
la Boni y su hermana,
le dan movimiento a la criba
¡Qué gozo ver el trigo limpio
Dispuesto para el molino!

Al acabar la jornada
los hombres se agrupan
estrujan las botas de vino
comentan cual es el mejor
fumándose un cigarrillo.

Gabriel Andrés Manzanero

sábado, 26 de junio de 2010

MI PUEBLO

A NAHARROS


Castellano es mi pueblo
tiene solera y valor
porque su gente sincera
tiene alma de nobleza.

Son alegres campesinos,
siempre han labrado la tierra
surco a surco, pedazo a pedazo
con yunta de vacas o mulas.

La tierra los ha curtido,
las manos llenas de callos,
la vida les ha enseñado
lo duro de ser labrador.

Mi pueblo tiene una iglesia
con una torre de piedra
en el campanario dos campanas,
la grande y la pequeña.

El verano llega
cuando las mieses se secan,
las siegan toda la familia
y a las eran las acarrean.

El quince de agosto
es la fiesta del pueblo
la trilla ya se acabó
y en el atroge el grano guardado.

Corre el arroyo claro
que se llama Sotillo
en atardeceres del verano
nos bañamos los chiquillos.

Al amanecer el día
y ocultarse las estrellas
se oye el canto del gallo
y las gentes se despiertan.

Y cuando se oculta el sol
asoma la luna llena
se oyen cantar las ranas
con los grillos hacen orquesta.

¡Qué belleza tan grande
la que posee mi tierra
qué sol, qué fuentes, qué sierras,
qué noches llenas de estrellas.!

Gabriel Andrés Manzanero

FOTOS DE SANTAS Y VICTORIANO



sábado, 26 de diciembre de 2009

lunes, 9 de noviembre de 2009

EN NAHARROS TAMBIEN NIEVA

Podemos ver las fotos de Montse
http://picasaweb.google.es/montse.camino/Naharros_30Nov2008?authkey=Gv1sRgCMb084C7xe62-QE&feat=email#

http://picasaweb.google.es/montse.camino/NaharrosNieve_dic2008?authkey=Gv1sRgCL_lnNyfwdiwrAE&feat=email#

http://picasaweb.google.es/montse.camino/NieveEnNaharros_enero2009?authkey=Gv1sRgCM2JgeToksnY0AE&feat=email#

sábado, 7 de noviembre de 2009

Excursion a La Miñosa desde Naharros

LA ULTIMA BODA EN LA IGLESIA DE NAHARROS


Un día llegó una pareja a Naharros, vio el pueblo y su iglesia y dijo:
¿Por qué no nos casamos aquí?, supongo que esta frase la dijo la novia, dicho y hecho, se casaron en nuestro pueblo.
La novia se vistió en casa de la Sra. Juana, entonces no teniamos hotel en el pueblo, ahora tampoco. Hemos rescatado una foto en la que se ven a la Sra. Juana y a la novia, que mirando por el reverso de la foto sabemos que se llama Isabel

jueves, 29 de octubre de 2009

Curso de 1969, Atienza

!! Curioso e interesante !! Leed este articulo, espero que os guste

http://www.alpedroches.com/2009/09/curso-de-1969-atienza.html

lunes, 26 de octubre de 2009

GUADALAJARA-PLAZA MAYOR (J SERRANO BELINCHON)

http://guplazamayor.blogspot.com/2009/06/naharros.html

Muy interesante, os recomiendo leer este articulo

sábado, 24 de octubre de 2009

BLOG DE LA SERRANIA DE GUADALAJARA

http://serraniaguadalajara.blogspot.com/

domingo, 11 de octubre de 2009

miércoles, 28 de enero de 2009

lunes, 3 de noviembre de 2008

LA MATANZA

LA MATANZA

La matanza empezaba cuando desde Naharros la gente cogía el burro o la mula e iba al vecino Atienza a comprar el guarro, la plaza donde se compraba el cerdo se llamaba la “Plaza de los Cochinos, estos tenían unas 7 semanas, se solía comprar entre los meses de Enero a Marzo, de ahí en nombre de marzal, si este se había comprado en Marzo. la fecha de la matanza dependía de cuando se había comprado el cerdo.
Después de comprarlo, se metía en un serón o en unas alforjas y se regresaba al pueblo con mucho cuidado de que no le pasase nada por el camino y de que el burro no se asustase. Una vez llegado a Naharros se descargaba y se metía en la cuadra o cochinera que será su aposento hasta que se mate, no sin antes ser visto por vecinos y demás gente, ¿qué te ha costado?, ¡yo creo que va a comer bien¡, ¡este va a ser largo! y comentarios de este tipo.
La alimentación del cerdo era de lo más variada, se le daba harina con agua, las patatas que no servían ni para comer ni para sembrar, remolacha, trigo, cebada, calabazas, berzas, pulpa, hojas de olmo y toda la comida que sobraba, que no era mucha; que sobraba leche pues para el cochino, que sobraba arroz, también, las hojas de lechuga mala, pues para el guarro, todo lo que sobraba nunca se tiraba, siempre era para el cerdo, en pleno siglo en el que nos están mentalizando de que hay que reciclar, el cerdo era la mejor máquina de reciclado.
Cuando aún era pequeño se procedía a caparlo, si era cerdo lo hacía algún hombre del pueblo y si era cerda lo hacía gente que venía al pueblo, solían ser gallegos y llevaban un pito como el del afilador. Los testículos de los machos se comían, aunque había gente que no se los comía.
Durante su engorde se ponía especial celo en su cuidado, era una desgracia que se muriese un cerdo, sobre todo si ya era grande. Si ocurría esta desgracia, el cerdo no se comía y se procedía a enterrarlo, cuentan los mayores que cuando pasaban los gitanos con los carros si se enteraban de que se acababa de enterrar un cerdo automáticamente lo desenterraban y se lo comían.
Cuando entraban los rigores del invierno se iban preparando para la matanza, había que coger que el tiempo estuviese frío, que helase pero que no lloviese ni hubiese niebla, así se secaban mejor lo chorizos y los jamones se curaban mejor. Dicen que había dos “festividades” en las que se solía juntar toda la familia, en una boda y en la matanza, por lo que antes de hacer la matanza se consultaba con los invitados si en esa fecha podían asistir.
Los días antes de la matanza había que proveerse bien de leña, había que comprar una arroba devino, aguardiente y alguna pasta para los invitados. Todos los utensilios de la matanza se ponían a punto, se afilaban los cuchillos, se limpiaban las artesas y se procuraba que todo estuviese limpio.
El día antes de la matanza, el cerdo “no cenaba” para que al otro día tuviese las tripas más limpias. Durante la noche se procedía a picar la cebolla con la picadera para tenerla preparada para las morcillas y se cortaba el pan para las migas del día siguiente, el pan de las migas se le echaba un poco de aguardiente mezclado con agua para que cogiese un poco de humedad y también se le echaban unos ajos machacados, luego se tapaba con “un trapo” toda la noche.
El día de la matanza, en la casa que iban a matar el cerdo tenían que madrugar para ir encendiendo la lumbre y poner la caldera de cobre con agua para que se fuese calentando, los invitados iban llegando y lo primero que hacían era tomar una copita de aguardiente “o dos” con un dulce para así combatir el frío, las mujeres tomaban una copita de vino dulce o de Quina Santa Catalina que decían que era muy buena. la ropa que se ponían solía ser vieja y usada, aunque el resto del año, no nos engañemos, tampoco es que fuesen con traje.
Después de haberse calentado con la lumbre y con la copa se disponían a ir a buscar el cerdo a la cuadra, cada una tenía su rol, el matarife lo cogería con el gancho de la cabeza, alguno lo cogerá de las orejas y otros empujaran de el hasta llevarlo a la gamella y tumbarlo de lado. Aquí unos lo cogerán de las patas delanteras, otros de las traseras, otros (los más pesados) se echarán encima del cerdo, a los niños se les solía decir: “tu agárralo del rabo” para que no se escape y el matarife se pondrá el otro extremo del gancho apoyado en su pierna para así tener las manos libres. Una mujer estará preparada con un cubo de cinc y una cucharrena para ir dando vueltas a la sangre y no se coagule y así poder hacer las morcillas. El cerdo debía de echar toda la sangre y así tener para hacer las morcillas con lo que su muerte era lenta y agónica, siempre y cuando el matarife lo hubiese echo bien. Normalmente el cerdo no se pesaba, excepto si se había comprado a alguien, en este caso tocaba pesarlo con la romana pera ver cuantas arrobas pesaba. Este verano me contaron una historia de el hijo y el padre que compraron un cerdo en Romanillos y hubo que llevarlo desde Romanillos a Naharros, evidentemente andando, en el trayecto el suelo estaba helado y el cerdo se veía reflejado en los charcos de agua, este al verse se asustaba y reculaba, con lo que fue una odisea total el trayecto, ¡me río yo de las etapas del rally Paris Dakar!
Después de haber muerto el cerdo, “otra copita” para celebrar que todo había ido bien, ahora tocaba la limpieza de este, en esta zona de Guadalajara se metía el cerdo en un gamellón para proceder a limpiarle los pelos, el gamellón donde se metía al cerdo era del pueblo por lo que si había dos matanzas y un solo gamellón había que ponerse de acuerdo. La limpieza consistía en ir echando agua que estaba empezando a hervir sobre la piel de cerdo y con cuchillos, las tapas de los pucheros, las cazoletas y demás utensilios ir limpiando todo el pelo del cerdo, de esta manera los pelos se arrancaban y el cerdo quedaba limpio, la tarea mas complicada era limpiar la cabeza. cuando se limpiaba una zona del cerdo se procedía a darle la vuelta para así poder continuar.
Después de limpiarlo había que colgarlo, se colgaba de alguna madera del techo o de alguna argolla para así proceder a abrirlo en canal. se le quitaba una tira de la zona de la tripa con mucho cuidado de no pinchar las tripas, luego se le quitaban todas las tripas y la asadura, de la asadura se le quitaba la hiel que luego se usaba para quitar espinas que se habían clavado en las manos. con la vejiga se les daba a los nichos para que la inflasen con una paja de centeno y jugasen al fútbol, los balones eran más bien escasos.
Una vez colgado y limpio se le ponía un palo a la altura de las costillas para que estuviese abierto todo el día y la noche siguiente y así la carne se enfriase.
Era la hora de almorzar, de primero las migas y de segundo hígado y trozos de panceta fritos, el trabajo había sido duro y había que reponer fuerzas. Durante prácticamente todo el año se hacían migas, pero eran las de la matanza las que mejor sabían, es todo un arte la cocina y las migas también lo son. después de reponer fuerzas había que ir al arroyo a limpiar las tripas pera luego poder hacer las morcillas y los chorizos. Por la tarde con las tripas limpias había que hacer las morcillas, se preparaba el bodrio y se rellenaban las tripas, luego se cocían en el caldero de cobre al que previamente se le había puesto un plato en el fondo para así poder mover las morcillas después de cocidas se colgaban en la cocina para que se curasen, en esta zona las morcillas se hacían con arroz, la sangre del cerdo, cebolla y especias. Por la noche se cenaba, y se les hacía la cata a las morcillas, después de la cena los hombre jugaban a las castas, a la brisca o al guiñote, a la luz del candil.
El día después de la matanza, “la matancilla”, se procedía a despedazar el cerdo y así hacer el chorizo, salar los jamones, la güeña y demás derivados del cerdo, con la carne buena y limpia se elaboraba el chorizo y con la carne de peor calidad, la asadura y algún resto de las tripas se hacía la güeña: también se le solía añadir la carne de alguna cabra u oveja que no era productiva, con la carne de alguna “machorra”. Mientras se estaba descuartizando el cerdo se solía hacer algún somarro que era un trozo de carne de cerdo asado en las ascuas de la lumbre. el día de la matancilla también era costumbre el hacer un obsequio a los más allegados que habían asistido a la matanza, una morcilla, un trozo de tocino y un trozo de panceta, para que lo degustasen. después tocaba poner en adobo lomos, pancetas y demás, también había que picar la carne para Luego poder hacer los embutidos.
En los días posteriores había que embutir los chorizo para luego colgarlos, secarlos y freírlos para meter en las ollas, se salaban los jamones que también se colgaban en la cocina para que se curasen, la sal se iba a buscar a las salinas de Santamera o Imón, su medida de peso era en quintales.
Durante todo el año, raro era el día que no se tomaba algo del cerdo, en esta zona el pescado no era muy abundante y las economías tampoco se lo podían permitir.
También se cuentan anécdotas, el cerdo que después de haberlo matado se pone en pie ¡yo que pensaba que esto sólo ocurría en los toros!, o el niño que con bastante hambre y sin llegar a las varas de chorizos que estaban colgadas en la cocina se las ingeniaba para con una gamonete seca prender la punta en la lumbre y así poder quemar la cuerda del chorizo para que esta cayese al suelo, y luego hablamos de las argucias que empleaba el Lazarillo de Tormes.
El refranero español es muy rico y variado, “a cada cerdo le llega su San Martín”, “el cerdo y el avariento solo dan un día bueno”, al más ruin puerco, la mejor bellota”, del cerdo se aprovechan hasta los andares”, “nunca pelees con un cerdo, los dos os llenareis de mierda, pero al cerdo le gusta”, “el cerdo no sueña con rosas, sino con bellotas”, por S. Martín deja el cerdo de gruñir”, algunos de ellos con algo de “mala leche”. los sinónimos de la palabra cerdo también son variados, bien para hacer referencia a este animal, bien para indicar a alguien su falta de aseo, guarro, cochino, marrano, puerco, son algunos de ellos.

!!NISCALOS Y BOLETUS EDULIS!!

miércoles, 14 de mayo de 2008

domingo, 27 de enero de 2008

sábado, 9 de junio de 2007

jueves, 7 de junio de 2007

martes, 15 de mayo de 2007

viernes, 2 de marzo de 2007

POESÍA DE M. MANZANERO

CARTA EN VERSO DEDICADA A LA FESTIVIDAD DE NAHARROS

Queridos padres y hermanos
y amigos en general,
con cariño les saludo
en esta festividad.
Les deseo se hallen buenos
siquiera se igual
que nosotros al presente
con toda felicidad.
Ruego a Dios paséis la fiesta
buena ,buena de verdad,
por arriba, por abajo,
por delante y por detrás.
yo con el recuerdo, al menos
les quisiera acompañar
ya que por mi mala suerte
aquí tengo que pasar.
Ya veo venir al cura
por la revoltilla acá;
la gente ir y venir
Los forasteros llegar.
Los chicos de aquí allí,
las campanas repicar,
Volteándolas los mozos
hasta dejar de sonar
porque les pierden el vuelo
(como es la frase vulgar)
como si el cielo ganaran
con tanto forcejar.
También veo a las mujeres
las pobres muy “apurás”
buscando la buena ropa
que en el culo la arca está
con la que grandes y chicos
ahora van a mudar
cambiando negra camisa,
que rota y sudada está
por la otra tan flamante
tan reblanca, tan “planchá”.
Esta chaqueta me aprieta
Y los pantalones más.
¡Ese cochino de sastre!
¡hombre que barbaridad!
Aquí me falta un botón
deja te doy dos “puntás”.
¿A qué hora voy a llegar?
aguarda que poco tardo.
Si pues me falta un ojal,
¿dónde tengo las medias?
¿no las ves? Pues búscalas,
inútil, sois una calamidad
Ni que fuera una de hierro,
Hala, hala, dejadme en paz.
Todo ponédselo al morro
sino no dejan parar.
Revistiéndose está el cura
tú José saca el misal
tú Pedro anda a por ascuas
y vosotros a ayudar.
Tú le dejas el incendiario
y no le dejes apagar.
¡Jesús! Se me olvidó el vino
dice el cura al sacristán.
vuela a casa de Sotero
miientras registro el misal.
Mozos, sacad el pendón,
y el estandarte avisad,
prepara el palo, la cruz
por velas, enciéndelas;
abre la puerta corriendo
manda un chico a hacer señal,
sube también esa lámpara
así, a ja, ja.
Coge el misal y ligero
que es tarde, la una ya.
ya estamos en la tribuna
la misa se va a cantar
y un coro de improvisados
sacristanes allí van.
Que empiezan y no terminan
por no poderse aguantar
lo que se adelanta el uno
lo que el otro queda atrás,
no sigo dicen los unos,
no puedo dicen los más,
y la orquesta se deshace
y queda solo el sacristán.
en tanto van forasteros,
saludan a los que están,
¡Hola¡,¿Qué tal?,
Tú por aquí, bien hombre, bien,
¿y los demás?, sin novedad
¿y tu hermano, os escribió?.
Sí, recuerdos da para todos,
familia y amigos en general.
Qué, ¿acabaste de trillar?,
poco queda, las almortas
las granzas y poco más.
¡Gloria in excelsis Deo¡
¡Et in terra pas¡
Ya se ha acabado la misa
la procesión va a empezar
unos se marchan a ella
otros van a vocear
siguiendo así mientras tanto
a dar la vuelta al lugar,
los mozos tirando tiros,
los chicos delate irán,
tocando la campanilla
que dice ¡tilín, tilán¡
y las campanas; ¡tan, tan¡
El coro canta, los otros
van hablando sin cesar
los hombres marchan delante
y las mujeres detrás
llegan al fin al remate
es decir a subastar
las roscas y los maneros.
¡miren que buena¡. Es un real
y que con salud la pague
fulano de tal o cual.
¡Miren que rica¡
que bien “untá”
Es un celemín de trigo
en quince centimos más.
Acaba Recio o Quilino
que hay que comer y es tarde
así dice un concejal
o el alcalde cuya capa
le está haciendo sudar.
Y empiezan el Magnificat
y a la Iglesia van algunos
que tienen que acompañar
al cura después de misa
porque así viene de atrás
Los demás se quedan fuera
y empiezan a porfiar.
¡Ca hombre¡ Este viene conmigo
hombre estaría bonito,
hombre no faltaba más,
hombre otra vez será.
Y hasta riñen por llevarse
forasteros cada cual.
Alguno llega a su casa
con la camisa “esgarrá”
sin poder llevar a nadie
y así no se come en paz.
la mujer le recrimina
¡Inútil¡ la comida esperdiciá
yo voy ahora en casa de tal o cual.
Llega a casa de fulano
y a puro de porfiar
consigue a fuertes tirones
ir de alguien acompañá
Llegan a chorros sudando
y claro es, saludarán
a todos los de la casa
al estilo ya vulgar.
Mientras se ponen los platos,
no se deja de charlar
de la siega, de la trila
y otras cosas, claro está,
Echa vino y da a Manuel
¿qué sus paios este morapio?
¿tiene buen gusto, verad?
Lo echamos en Barcones,
pero que carito está
a quince “riales”arroba
y así y todo que asco da,
en fin a comer muchachos
que es tarde, la una ya.
Hala come sin vergüenza
como el que en su casa está,
te vas a comer los dedos
¡hombre¡ Qué cobarde estás
bebe vino y corta pan,
y haber que haces Julián,
Cuicos no “sus”ensucieis
que os doy un gofetá
Han comido alegremente
poco menos, poco más
la sopa, garbanzos y carne
cocida, frita o guisá
las chuletas y otras cosas
sin que falte la “ensalá”
que es a lo que más se aplica
la gente por refrescar.
Salen los mozos a ronda,
las guitarras suenan ya
que guena música va
tres guitarras, dos bandurrias
el sequito llega ya.
¿Quién es ese que va cantando?
de la Bodera quizá
porque son más divertidos
asomate, mira, mira.
Jesús, cuanta mocedá
de la Bodera, Robledo,
el Higinio, el tal, el cual.
De Atienza, de la Miñosa
tocan el “Lias”, el Juan
el tio Liborio, el Recio
el Bruno y el Tomás
Pasan la tarde en el baile
llega la noche, a cenar
vuelven al baile otra vez
otros se van a acostar.
Llega el día de San Roque
y al punto de despertar
una cuadrilla a la puerta
cansados ya de rondar
piden las copas, los bollos
que todo el mundo les da.
Así alegres y contentos,
supongo que así será
pasan la fiesta del pueblo
y yo por casualidad,
dejo la pluma y termino
y por hoy punto final
hasta que llegue la mía,
que no tardando será.
Y para no molestarles
no quiero cansarles más,
un abrazo para todos
que les mando en general.

Modesto Manzanero
Agosto de 1.921

jueves, 1 de marzo de 2007

LA VIRGEN


JARRON RARO


LAS EDADES DEL ARBOL


COLORES


BOTELLA DE ANIS


CAPITAN

“CAPITAN”

Se llamaba “Capitán”,
el perro,
al que mi abuelo
poeta y sacristán,
del pueblo,
dedicó unos versos.
Mi abuelo
Que además era
Maestro,
Tenía tres hijos,
y el más pequeño,
intrépido y aventurero,
pasaba los días
saltando y brincando
por colinas y cerros,
con la compañía
de su fiel perro.
Niño y “Capitán”,
Siempre corriendo,
Cruzaban los montes
Que envuelven el pueblo.
Teñidos de blanco
Durante el invierno;
dorados, cuando el trigo
busca el cielo.
A “Capitán” y niño,
amigos eternos,
dedicó unos versos
mi abuelo:
sacristán, poeta y maestro.
Aquel muchacho
heredó de su padre
el ser maestro.
Y yo su hija,
también poeta,
como mi abuelo,
quiero ofrecer
a aquel gran viejo,
y a mi padreyY a “Capitán”
y a mi pueblo,
estos humildes versos,
sencillos, atrevidos,
Y de cariño llenos.


P. Manzanero

Cosas .............de NAHARROS

Cosas de ………NAHARROS

Porque me culpas a mi
dijo el candil a su ama,
no ves que es la torcida
la que impide dar la llama,
¿es cierto lo que me dices?
le contesta la tía Juana,
ahora mismo pongo otra
que compré ayer mañana
y así lo hizo,
y que luz tuvo toda la semana.

Ya ha venido Mayo
campante con bellas flores,
unos se sirven con rosas
y otros con rosas y flores,
y otros con cadenas de oro
que son ricos señores.

Virgen de la Natividad
todo el pueblo te invocamos,
pidiéndote en la novena
agua para nuestros campos.
Virgen de la Natividad
que bien nos has entendido
mandándonos agua
para nuestros trigos.

En Naharros hay una iglesia
y en la torre dos campanas,
y el cabrero tiene un cuerno
Que toca por las mañanas.
Tres osas tiene Naharros
que no tiene Madrid,
mala tierra, buena piedra
y cuestas para subir.

Modesto Manzanero

jueves, 22 de febrero de 2007

LOCALIZADOR